dilluns, 13 de setembre del 2010

los angeles rien

Hola. Igual me he perdido. O algo. No sé. ¿Hay alguien? ¿Queda alguien? Con o sin cabeza, da igual. ¿Sí? Que silencio, ¿no? O no. Insisto. Creo que me he perdido. No. Será que no queda nadie, o casi nadie, con algún dedo en la frente o arrugas o pecas o sinceridad y medio. Aquí solo veo un sálvese quien pueda. Y yo no es que no pueda, es que no quiero. Correr, ¿para qué? Si nos van a atrapar igual. ¿Salvarse? ¿De quién? Como no sea de nosotros mismos, no sé. Ah, no, aquí no queda nadie. Ni aquí ni en ningún lugar. Llega un punto en que todo dios huye. Incluso el demonio. Y entonces parece que solo quedo yo. El último mono. No sé qué hago mal. Tampoco sé que hago bien. Pero si que sé que tengo que intentar no hacer para causar dolor. Y aquí todo el mundo lanza la piedra y esconde la mano. Incluso yo, eh. Y por eso me quedo con cara de boba cuando veo la piedra venir y hasta parece que me coloco bien y todo. Gira, así. Más a la izquierda, bonita. Vale, gracias. Y ya me han dado. Y no, no me rio. Imbécil.